David Álvarez

"El salmón atlántico se encuentra en una situación dramática, es incluso probable que hayamos alcanzado el punto de no retorno".



                                                                 Afilar: eres un gran artesano

Si por afilar entiendes sacar punta y usar la ironía y el humor para comentar ciertas noticias, pues la verdad es que me gusta afilar, no sé si eso es suficiente para convertirme en artesano, aunque lo dudo. Simplemente me parece que el panorama actual, desde el punto de vista medioambiental, es tan negro que si no intento sacarle punta y jugar con el humor para comentar las noticias del día a día, sería demasiado deprimente.

Llevamos mucho tiempo jugando con fuego, pensando que vivimos en un planeta con recursos inagotables y creyendo que nuestras acciones no tienen efecto, no solo sobre el medio ambiente sino sobre nosotros mismos. Y claramente estábamos equivocados, vivimos en un planeta finito en el que pretendemos crecer infinitamente, y eso es físicamente imposible. Las consecuencias sobre la vida en el planeta ya las estamos viviendo, el cambio climático y la crisis de biodiversidad no es un futurible, es algo que ya está aquí. Pero lo que muchas personas no quieren entender es que lo que está en peligro es nuestra propia existencia como especie, no la de la vida en el planeta. Seguramente muchas especies desaparecerán, ya ha habido hasta cinco extinciones masivas en el pasado, así que ni en eso somos originales. De hecho, han transcurrido 2000 millones de años desde que aparecieron las primeras células eucariotas hasta llegar a nuestros días, y en todo ese tiempo se estima que el 99% de todas las especies que han existido se han extinguido. Nosotros, como especie, llevamos aquí poco más de 300.000 años, prácticamente llegamos ayer, y cuando desaparezcamos, la vida en la Tierra seguirá, una vida distinta a la que conocemos ahora, pero ni más ni menos importante que ésta. La Tierra no nos necesita, somos nosotros los que la necesitamos a ella.

Si te soy sincero no soy demasiado optimista respecto a nuestro futuro, así que al menos, y mientras nos queden energías, tomémonoslo con humor.


                                                         Clase de biología: ¿tambalean los asientos?




Antes de mi actividad investigadora o divulgadora está mi actividad docente. Yo soy profesor de Zoología en la Universidad de Oviedo y es un trabajo que me encanta. Aunque suene a tópico, yo sigo pensando que para proteger algo, lo primero es conocerlo y por supuesto estudiarlo.

Cuando empecé la carrera de Biología, hace ya un montón de años, tanto yo como muchos de mis compañeros, habíamos mamado desde pequeños los programas de Félix Rodríguez de la Fuente y seguramente eso haya condicionado en gran parte nuestra afición por la naturaleza. Es cierto que han cambiado muchas cosas desde entonces, en aquellos años solo había dos cadenas de televisión y “El hombre y la Tierra” lo veíamos millones de personas, desde niños hasta ancianos, coleccionábamos los fascículos de sus enciclopedias y conocíamos al lirón careto, al buitre leonado o a la gineta como ahora los niños y no tan niños conocen a los pokemons y a los personajes de Juego de Tronos. Ahora eso sería impensable. No sé si gracias a los programas de Félix o gracias a que me pasaba todos los veranos en una casa de pueblo rodeada de naturaleza, siempre me gustaron los animales y siempre tuve claro desde que tengo uso de razón que quería estudiar Biología.

Ahora muchas cosas han cambiado y una gran parte de los alumnos que entran en la Facultad de Biología no tienen un interés especial en la Zoología o en la Botánica y por eso, al menos es lo que yo creo, es muy importante despertarles ese interés y darles a conocer lo que nos rodea y la importancia de protegerlo y conservarlo. 


                                                             Salmón: lo vi una vez en una pescadería



Y lo seguirás viendo, en la repisa de una pescadería sobre una cama de hielo picado o fileteado en una bandeja cubierta de plástico, pero seguramente dejarás de verlo en los ríos en los que lleva desovando desde hace millones de años. En el caso del salmón, la población domesticada y mantenida en granjas de acuicultura es muy superior a la salvaje, por cada salmón salvaje hay varios millones de ejemplares de acuicultura. Y mientras la población de salmones de granja se incrementa exponencialmente, las poblaciones de salmones salvajes están desapareciendo. Y no nos confundamos, no es lo mismo un salmón salvaje que un salmón de granja, igual que no es lo mismo un lobo que un Yorkshire terrier, aunque los dos pertenezcan a la especie Canis lupus.

El salmón atlántico se encuentra en una situación dramática, es incluso probable que hayamos alcanzado el punto de no retorno. Al salmón se le ha pescado tanto en el mar como el río, se ha destruido su hábitat fragmentando los ríos con miles de presas e impidiendo que pudiera remontar hasta los mejores lugares para la puesta en las zonas de cabecera, se han contaminado sus aguas y a pesar de eso, todavía aguante. Y a todo esto hay que sumar los efectos del cambio climático, que afecta más gravemente a nuestras poblaciones que se encuentran en el límite sur de su área de distribución.

Ante esta situación, con un descenso brutal en el número de ejemplares, cualquier otra especie estaría declarada en peligro de extinción, pero en el caso del salmón, políticos y gestores se están planteándose qué número de reproductores pueden dejar matar para no soliviantar a los pescadores deportivos. El salmón tiene la desgracia de tener demasiados pretendientes. Miles de pescadores, comerciantes y hosteleros ven un recurso económico en vez de una especie única e irremplazable, y hasta ahora ningún político se ha atrevido a enfrentarse a ellos y a hacer caso a las evidencias científicas.

Actualmente, matar un solo reproductor es un lujo que no nos podemos permitir.


                                                             Matorral: llama que calienta la mente


El matorral se ha convertido en la última pesadilla de los ganaderos y de no pocos gestores e ingenieros forestales. Si hacemos caso a sus declaraciones, el matorral solo sirve para dar cobijo a las alimañas y para proporcionar una ingente cantidad de combustible que lo convierten una bomba de relojería a la espera de entrar en combustión espontánea.

Lo cierto es que el matorral es, ecológicamente hablando, una formación vegetal compuesta de arbustos y otras especies de plantas de porte pequeño y mediano. El matorral puede ser un paso intermedio en el proceso de sucesión ecológica que acabaría dando lugar a otras formaciones vegetales maduras, como bosques, pero también puede ser una formación definitiva en ciertos ambientes. Pero por supuesto, ni es una plaga ni es una pirotecnia.

Los incendios, en su inmensa mayoría, tienen detrás la mano del ser humano, ya sea por imprudencias o más frecuentemente por intereses económicos. La zarza ardiente está muy bien como leyenda bíblica, pero la cerilla y el mechero son los que empiezan los incendios sin necesidad de ninguna intervención divina. En Asturias, según la Fiscalía de Medio Ambiente y la Guardia Civil y basándose en las investigaciones de las Brigadas de Investigación de Incendios Forestales (BRIPAs), el 90% de los incendios son intencionados y se producen con el fin de obtener pastos para el ganado. Eso lo saben perfectamente todos los grupos políticos, que tienen acceso a esa información.

¿Y qué han hecho para evitarlo? Pues en primer lugar eliminar la figura de los acotamientos al pastoreo en los terrenos quemados, y lo han hecho con el apoyo de todos los grupos con representación en el parlamento autonómico salvo Podemos. Los acotamientos se habían establecido para eliminar una de las motivaciones de los incendios intencionados, ya que impendían pastorear esos terrenos quemados durante unos años. Al eliminar esa figura, el número de incendios se incrementó, tal como la propia Fiscalía dijo que sucedería. La segunda medida de la administración asturiana fue la restructuración de las BRIPAs, que, al adscribirse al servicio de extinción, pasó a centrarse en la investigación de las causas de los incendios y no en la averiguación de la autoría de los mismos. Por lo tanto y tal como se pone de manifiesto en las últimas memorias anuales de la Fiscalía, la mayoría de las denuncias acaban en sobreseimiento por falta de pruebas. En resumidas cuentas, todo indica que no se quiere encontrar a los culpables, o se quiere proteger a los incendiarios. El porqué de esta situación, criticada por fiscales y ecologistas, habría que preguntárselo a los responsables políticos que lo han permitido.


                                                   Política Agraria Comunitaria (PAC): ¿política?

Por supuesto que es política, sin ninguna duda. La Política agraria común (PAC) es con diferencia, la que se lleva un mayor porcentaje de los presupuestos de la Unión Europea. Y eso son muchos miles de millones de euros. Para hacerse una idea, entre 2021 y 2027 España recibirá 31.400 millones para pagos directos de la PAC, de los que unos 21.000 millones vendrán del Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER) y el resto vendrán del Fondo Social Europeo (FSE). La gestión y el reparto de esos fondos es muy importante, al igual que los condicionantes para recibir esas ayudas.

Enlazando con la pregunta anterior, ¿hay alguna relación entre los incendios provocados y las ayudas de la PAC? Pues claramente sí la hay. La PAC subvenciona la superficie de pastizal apto para ser consumido por el ganado y el dinero recibido se reparte entre los ganaderos según el número de cabezas que tengan. Un terreno con matorral o arbolado no se considerará pastizal y por lo tanto no recibirá estas subvenciones. Según las directrices de la PAC, si hay más de 100 árboles por hectárea o la superficie herbácea es inferior a la mitad de la superficie subvencionable, el monte se considera de uso forestal, y por lo tanto los ganaderos no recibirán ni un euro de subvención por esas parcelas. Por otra parte, las superficies quemadas no reciben subvenciones de la PAC durante el primer año, pero sí durante el segundo, por lo que no hay que ser muy listo para entender las motivaciones de muchos de los incendios provocados y por qué se odia el matorral.

Aparte de eso, deberíamos preguntarnos hasta qué punto es justificable subvencionar indefinidamente con dinero público un sector que no es rentable y por qué existe ese agravio comparativo con otros sectores. Asimismo, por qué se siguen dando subvenciones, en muchos casos incluidas en el epígrafe de actividades beneficiosas para el medio ambiente, a personas que han sido juzgadas y sentenciadas por provocar incendios para obtener pastos para el ganado, por ejemplo.


                                                           Corta a matarrasa: ¡se acabó la tinta!

Hace ya unos años, cuando se empezó a comentar el tema del uso de la biomasa como sustituto del carbón en las centrales térmicas, lo que implicaría necesariamente la tala de árboles, me acordé del último viaje de Phileas Fogg cruzando el Atlántico para completar su vuelta al mundo en 80 días. Tratando de llegar a Inglaterra, con las calderas a pleno rendimiento, el barco quemó todo el carbón que llevaba en sus bodegas, por lo que sin combustible parecía imposible llegar al destino y ganar la apuesta. En ese momento, a Phileas Fogg se le ocurrió una idea, comprar el barco en el que iba de pasajero y quemar toda la madera que contuviera, desde los muebles al entarimado. Y consiguió llegar, eso sí, después de haber destruido el barco en el que viajaba.

Pues ahora estamos pensando en esa misma idea, tenemos un único planeta en el que viajamos dando vueltas al sol y estamos pensando en quemarlo. Nuestras reservas de energía se están agotando debido al consumo desmesurado de los últimos años y se nos ha ocurrido quemar los bosques para seguir disponiendo de energía, y cuando acabemos con ellos plantaremos más, y los llamaremos “cultivos energéticos”, o sea, haremos plantaciones de especies de rápido crecimiento sin tener en cuenta su papel ecológico, solo para que sean quemadas en la caldera de una central térmica. Y si con esas plantaciones no tenemos suficiente, traeremos árboles de otros países. Y así seguiremos hasta que nos quedemos sin barco, como el Henrieta de Phileas Fogg.

Pero lo más gracioso de todo es que el uso de biomasa como recurso energético se basa en quemar madera para obtener energía, y esto se está vendiendo como una alternativa verde a la quema de combustibles fósiles. Un completo absurdo desde el momento en que, al quemar esa madera, liberaremos el CO2 que había sido retenido por los árboles, contribuyendo por tanto a agravar los efectos del cambio climático. 


                                              Cometa y AVE: ¿qué operación hago para unirlos?



Nuestros políticos nos venden continuamente que somos uno de los países que disponen de una mayor red de ferrocarriles de alta velocidad, y nos lo ponen como ejemplo de progreso. Lo que no nos dicen es que en 2016 y según los datos de la Unión Internacional de Ferrocarriles, España era el país con el AVE menos utilizado del mundo, con menos de 15 viajeros por kilómetro, frente a los 50 de Francia, 83 de Alemania o 166 de Japón. O sea, que disponemos de una enorme y carísima red de trenes de alta velocidad, pero no la usamos, y por el contrario, estamos dejando que las redes de cercanías, o el Ferrocarril de Vía Estrecha (FEVE) que en el norte es que el que siempre se usó para que la gente de los pueblos se desplazara, está desapareciendo paulatinamente con la excusa de que no es rentable porque tiene pocos usuarios. Es increíble que a estas alturas haya que explicarles a muchos políticos y gestores que los servicios públicos no tienen que ser rentables, y que cuando se llenan la boca hablando de la España vaciada tendrían que tener en cuenta que lo que necesita esa España son más servicios dignos, más transportes eficientes y baratos y menos discursos rimbombantes y electoralistas.


                                                    FPP: Formación Profesional para Políticos




Uno de los mayores problemas de los políticos es la profesionalización de la política. Solo hace falta ver el currículo de la mayoría de los que actualmente ocupan un sillón en el congreso, en el senado y por supuesto en la mayoría de los ayuntamientos, para darnos cuenta de que sólo una minoría han tenido una carrera profesional antes de trabajar como políticos. La inmensa mayoría han empezado de jovencitos como militantes de base en su partido y desde ahí han trepado hasta conseguir aparecer en una lista electoral y desde ahí, dependiendo de sus tragaderas, ir medrando hasta ocupar puestos de mayor responsabilidad. Por desgracia, este proceso de selección ha dado lugar a una hornada de políticos que en gran parte no son más que una colección de analfabetos funcionales cuya única misión es la de apretar un botón siguiendo las órdenes de su partido. Y aun así, no son pocos los que se confunden, alguno de ellos incluso varias veces.

No sé si se necesitaría una formación profesional para políticos, lo que si sería conveniente, sobre todo en lo que concierne a las políticas ambientales, es que de una vez por todas se desligara el medio ambiente y la investigación científica de la ideología política. No hay medio ambiente de derechas o de izquierdas. Actualmente y más que nunca en la historia, estamos viendo como temas tan importantes como el Cambio Climático están siendo continuamente politizados, llegando a decirse que las políticas necesarias para reducir las emisiones y mitigar los efectos de dicho cambio climático son “peligrosamente izquierdistas”.

No es la primera vez que se politiza la ciencia y la conservación de la naturaleza, solo hace falta recordar lo que le ocurrió a Rachel Carlson cuando publicó “La primavera silenciosa”, el libro que significó un antes y un después en el desarrollo de la conciencia ecológica y del movimiento ecologista. En ese libro, Rachel Carlson explicó apoyándose en argumentos científicos, los peligros de los pesticidas, concretamente del DDT, para el medio ambiente y para nosotros mismos. Tenía enfrente a una importante industria y a todo un plantel de políticos que recibía jugosas cantidades de dinero por legislar a favor del uso de esos pesticidas. Fue entonces cuando se inició una campaña difamatoria hacia ella, criticándola primeramente por ser mujer y no estar casada “a pesar de ser una mujer atractiva” y posteriormente de ser comunista y antiamericana. De esa forma se trataba de desacreditar las evidencias científicas usando la famosa “falacia ad hominem”, o sea, no atacar al argumento sino a la persona que lo emite, usando sus ideas políticas, su estatus social, su orientación sexual o su raza, algo que desgraciadamente sigue estando a la orden del día. De hecho, es lo que se está haciendo ahora con los ecologistas o con los científicos que estudian el cambio climático, lo que confirma por una parte ese analfabetismo funcional de gran parte de los políticos, y por otra parte confirma que el único interés de muchos de esos políticos es seguir calentando la poltrona y en muchos casos proteger al que podría ofrecerte en el futuro un puestecito bien remunerado en un consejo de administración.


                                                                              Huele a carroña

Siempre ha olido a carroña, pero afortunadamente siempre ha habido carroñeros, desde moscas hasta buitres, que se han encargado de reciclar esa carroña y de reintegrarla de nuevo al ciclo de los nutrientes. En la naturaleza nada se pierde, todo se recicla y se transforma.

En el caso de los buitres y otras grandes aves planeadoras estamos siendo testigos de cómo muchas de ellas están perdiendo la batalla frente al llamado progreso. Los venenos, empleados desde hace muchísimo tiempo para controlar las llamadas “alimañas”, no ha desaparecido de nuestros campos, incluso ha aumentado en muchas zonas. Y cuando lobos, zorros y otros depredadores mueren envenenados, los buitres y otras aves carroñeras morirán también al consumirlos.

Pero quizás la mayor amenaza a la que se enfrentan tanto los buitres como otras especies, sobre todo aves planeadoras, son la proliferación desmesurada y sin control de parques eólicos. Nadie niega que es necesaria una transición ecológica para sustituir los combustibles fósiles por otras fuentes de energía, pero esa transición debe ser ordenada y debe tener en cuenta los impactos que puede tener sobre la fauna y el propio ecosistema. Y eso no está ocurriendo. Al olor de las ingentes cantidades de dinero que se prometen desde Europa para promover esa transición, florecen los proyectos eólicos que pretenden llenar todos nuestros montes de molinos, sin importar sus efectos. Y ya ahora son miles los buitres, milanos, águilas y otras aves, pero también paseriformes y murciélagos, los que están muriendo bajo las aspas de los molinos.

No debemos olvidar que tan importante o más que la crisis energética es la crisis de biodiversidad. Estamos en plena sexta extinción, y la velocidad a la que están desapareciendo especies es mayor que nunca en la historia de la vida en nuestro planeta. Y cada especie que desaparece es una pieza menos en el puzzle de la vida, un engranaje menos en el funcionamiento del ecosistema. Y si perdemos a los buitres o incluso a las moscas por causa de los pesticidas, entonces sí que oleremos a carroña. 


Reintroducción de especies, especies invasoras: ¿amplitud de miras o nuevos desastres ecológicos?




 En los últimos tiempos parece que estamos viviendo un auge en el número de proyectos que tienen por objeto la reintroducción de especies que se han extinguido en tiempos recientes. Bajo el paraguas del denominado “Rewilding” se sustentan muchos de estos proyectos, aunque en la mayoría de los casos olvidan que la base del Rewilding es la de restaurar procesos ecológicos y no introducir especies extintas sin sentido. Desgraciadamente en muchos casos, se olvidan los procesos ecológicos y se pasa directamente a las reintroducciones, un claro ejemplo de cómo empezar la casa por el tejado.

En otros casos, la extinción de alguna de las especies que se pretende reintroducir no está suficientemente avalada por criterios científicos. Un caso paradigmático de esto último es el proyecto de reintroducción del Pigargo (Haliaetus albicilla) en el occidente de Asturias. A pesar de los informes presentados para justificar su reintroducción incluyen muchas referencias a su reproducción en la España en el pasado, todas esas referencias han sido desmentidas una por una en varios artículos, por lo que simplemente esa duda sería suficiente para desaconsejar que ese proyecto se llevara a cabo, además de los posibles perjuicios que causaría a la fauna autóctona de la zona. Pero es más, incluso en el caso de que el pigargo hubiera sido una especie reproductora hace 10.000 años, ¿eso justificaría su reintroducción? Para mí, de ninguna manera. Olvidamos que los ecosistemas son dinámicos y que la desaparición de una especie hace cientos de años puede haber ocasionado cambios en dicho ecosistema, de forma que su nicho ecológico pudo haber sido ocupado por otra especie, estableciéndose un nuevo equilibrio. De esa forma, una reintroducción podría ocasionar alteraciones imprevisibles y que podrían dar lugar a extinciones de otras especies y a un nuevo desajuste. Por otra parte, quién y en base a qué criterios decide cuales son las especies susceptibles de ser reintroducidas. Si sólo nos basamos en el tiempo transcurrido desde su extinción, ¿por qué no reintroducimos Hienas manchadas (Crocuta crocuta) en la península ibérica? De esta especie hay datos y restos inequívocos que confirman su presencia hace unos 10.000 años.

El tema de las especies invasoras es un tema mucho más peliagudo, de hecho, las especies invasoras son una de las mayores amenazas a las que se enfrenta la biodiversidad del planeta. Cada año que pasa, la lista de especies invasoras, tanto de flora como de fauna, se incrementa, en parte por los efectos del cambio climático que permite que especies que antes no podrían sobrevivir en ciertas condiciones ahora ya puedan hacerlo. El incremento de las transacciones comerciales, por tierra, mar y aire, han agravado el problema, ya que miles de especies son introducidas involuntariamente junto a las mercancías que viajan a todos los rincones del planeta. El comercio de especies exóticas, la liberación de mascotas o ciertas actividades como la caza y la pesca, son algunas de las actividades que contribuyen a la introducción de nuevas especies. Se trata de un problema muy grave y desgraciadamente de muy difícil solución.


                                                                                 Soy toda oídos

Eso es bueno, no hay mejor cosa que escuchar y mejor aún escuchar a los que no piensan como nosotros para darnos cuenta de lo que hay por ahí fuera. Recuerdo que hace ya unos cuantos años, en un congreso, escuche una charla de un periodista que me impactó muchísimo. Entre las cosas que comentaba decía que lo fácil cuando das una conferencia o tienes un programa de radio o televisión, es hablar para un público que ya está convencido de antemano. Lo mismo que cuando vamos de oyentes a una conferencia, o leemos comentarios en las redes sociales, solemos informarnos de gente que comparte unas mismas ideas. Eso es lo que ese periodista llamaba “predicar para el coro”. Lo complicado es hablar para gente que no sabe del tema del que hablas o que incluso no comparte tus ideas. Y lo mismo ocurre cuando hacemos un esfuerzo por conocer la opinión de gente que aparentemente tiene unas ideas completamente opuestas a las nuestras. 


                                                                                    ¡Acción!

Siempre he creído que, aunque suene a tópico, el primer paso para proteger algo es conocerlo, y por eso siempre me ha gustado la divulgación científica.  Pero también me doy cuenta que cada vez me resulta más cansino repetir los mismos argumentos una y otra vez, porque frente a todo eso hay ciertos grupos, tanto políticos como sociales, que repiten continuamente los mismos mantras que ya han sido desmentidos una y otra vez. Que, a estas alturas, y con un consenso del 99,9% de todos los científicos, se siga sembrando la duda sobre la existencia del cambio climático y la influencia antropogénica en el mismo es algo que me cabrea cada vez más. Hay millones de personas que mueren anualmente como consecuencia del cambio climático, la frecuencia de fenómenos extremos es cada vez mayor, se baten records anuales de temperaturas, y todavía siguen sembrando la duda. Hoy mismo, casi terminando el año, estamos a 22ºC en Asturias y no hay ni gota de nieve en las montañas más altas. 

Por eso no me extraña que haya iniciativas científicas y sociales que den un puñetazo en la mesa y que digan que ya basta de tomaduras de pelo, de cumbres climáticas que no llegan a nada a pesar de que el tsunami ya está aquí, no es algo del futuro. O actuamos ya o no actuaremos nunca.


Fotografía: David Álvarez

Libros: Los vencejos sueñan despiertos
            La luz de la luciérnaga

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